Andrea.

Sus ojos grises eran pozos de misterio, con aquel vivaz brillo te invitaban a pecar, si Andrea posaba su mirada en ti, no podrías escapar.

Sus rosados labios labios, pequeños y alargados sonreían con complicidad, deduciendo que te habían hechizado.

Su infantil expresión no embonaba con sus brazos llenos de tatuajes, en el dedo anular un perro salchicha, en el antebrazo un dragón y más arriba un zombie comiendo una hamburguesa.  Su cabello maltratado por el tinte violeta parecía reseco y sin vida, pero una bella flor rosada siempre lo adornaba llenándolo de vida.

Toda ella era un cuadro de intriga, porque parecía como si aquella mirada guardara el mejor secreto de todos.  Y así era.